martes, 26 de marzo de 2013

donde se planten árboles, habrá dicha

"No he visto en Rusia nada más grandioso ni más conmovedor que la tumba de Tolstoi.  Este lugar de peregrinación para las futuras generaciones respetuosamente queda apartado, solitario, sumido en las sombras del bosque.  Una senda angosta, trazada como al azar a través de los claros y los arbustos, lleva hacia este túmulo, que no es más que un pequeño montón de tierra, de forma rectangular, sombreado por algunos árboles.  Nadie lo cuida. Nadie lo guarda. León Tolstoi plantó él mismo -según me cuenta su nieta - , esos árboles altos, que se mecen suavemente al viento del otoño entrante.  Un ama de cría o una mujer del pueblo les había contado, cuando niños, a su hermano Nicolás y a él, una antigua leyenda; en donde se planten árboles, habrá dicha.  Así, jugando, habían introducido en la tierra algunos arbolillos en alguna parte de su predio, y bien pronto se les había olvidado aquel juego infantil.  Sólo más tarde recordó Tolstoi aquel episodio de su juventud y aquella promisión de la dicha, promisión que cobró para él, cansado de vivir, un sentido nuevo y más hermoso.  Y no tardó en manifestar el deseo de ser enterrado bajo aquellos árboles por él plantados.
Así se hizo.  Cumplióse la voluntad de Tolstoi, y su tumba ha llegado a ser la más hermosa, la más impresionante, la más sugestiva del mundo.  Un túmulo rectangular en el corazón del bosque, cubierto de flores y plantas verdes; ni losa sepulcral, ni inscripción, ni siquiera el nombre de Tolstoi.  Como un vagabundo recogido de la calle, como un soldado desconocido, queda enterrado en el anónimo el gran hombre, que más que nadie sufrió por su nombre y por su fama.  Cualquiera puede acercarse a su última morada. La frágil estacada está siempre abierta. Sólo el respeto de los hombres, cuya curiosidad suele perturbar la paz eterna de los grandes, hace que reine el silencio en torno a la tumba de León Tolstoi.  Y aquí es la suprema sencillez la que tiene alejada la frívola curiosidad y prohibe hablar alto.  El viento susurra entre los árboles sobre la tumba anónima; el sol le prodiga sus cálidos rayos, y en invierno la blanca nieve cubre tiernamente la tierra oscura.  En verano y en invierno se podría pasar por aquí sin sospechar que este pequeño montón de tierra encierra los restos mortales de uno de los más grandes hombres de nuestro mundo.  Y precisamente este anónimo nos conmueve más hondamente que todo el mármol y todo el fausto imaginable:  de los centenares de hombres que en este día excepcional rodearon la tumba de León Tolstoi, ni uno solo se atrevió a coger allí una flor para llevársela y guardarla como recuerdo.  Y una vez más sentimos que nada en este mundo es más monumental que la suprema sencillez.  Ni la cripta de Napoleón, bajo el arco de mármol en la Iglesia de los Inválidos, ni el sarcófago de Goethe en Panteón de los Príncipes de Weimar, ni el sarcófago de Shakespeare en la Abadía de Westminster, conmueven tan íntimamente por su aspecto, lo más humano en cada ser humano, como esa tumba allí en el bosque, maravillosa por su silencio, enternecedora por su anónimo, sin mensaje ni palabra, y adonde sólo llega el susurrar del viento"

El mundo insomne (De un viaje a Rusia) - Stefan Zweig



domingo, 24 de marzo de 2013

we are not who we are


My name isn´t the end of the story about my name. When your name is Bob no one asks you "How do you spell that?" Not so with Piscine Molitor Patel.
Some thought it was P. Singh and that I was a Sikh , and they wondered why I wasn´t wearing a turban.
In my university days I visited Montreal once with some friends. It fell to me to order pizzas one night. I couldn´t bear to have yet another French speaker guffawing at my name, so when the man on the phone asked, "Can´t I´ave your name?" I said, "I am who I am". Half an hour later two pizzas arrived for "Ian Hoolihan"
It is true that those we meet can change us, sometimes so profoundly that we are not the same afterwards, even unto our names. Witness Simon who is called Peter, Matthew also known as Levi, Nathaniel who is also Bartholomew, Judas, not Iscariot, who took the name Thaddeus, Simeon who went by Niger, Saul who became Paul. 
My Roman soldier stood in the schoolyard one morning when I was twelve. I had just arrived. He saw me and a flash of evil genius lit up his dull mind. He raised his arm, pointed at me and shouted, "It's Pissing Patel!" 
In a second everyone was laughing. It fell away as we filed into the class. I walked in last, wearing my crown of thorns. 
The cruelty of children comes as news to no one. The words would waft across the yard to my ears, unprovoked, uncalled for: "Where's Pissing? I've got to go." Or: "You're facing the wall. Are you Pissing?" Or something of the sort. I would freeze or, the contrary, pursue my activity, pretending not to have heard. The sound would disappear, but the hurt would linger, like the smell of piss long after it has evaporated. 
Teachers started doing it too. It was the heat. As the day wore on, the geography lesson, which in the morning had been as compact as an oasis, started to stretch out like the Thar Desert; the history lesson, so alive when the day was young, became parched and dusty;  the mathematics lesson, so precise at first, became muddled. In their afternoon fatigue, as they wiped their foreheads and the backs of their necks with their handkerchiefs, without meaning to offend or get a laugh, even teachers forgot the fresh aquatic promise of my name and distorted it in a shameful way. By nearly imperceptible modulations I could hear the change. It was as if their tongues were charioteers driving wild horses. They could manage well enough the first syllable, the Pea, but eventually the heat was too much and they lost control of their frothy-mouthed steeds and could no longer rein them in for the climb to the second syllable, the seen. Instead they plunged hell-bent into sing, and next time round, all was lost. My hand would be Up to give an answer  and I would be acknowledged with a "Yes, Pissing." Often the teacher wouldn't realize what he had just called me. He would look at me wearily after a moment, wondering why I wasn´t coming out with the answer. And sometimes the class, as beaten down by the heat as he was, wouldn't react either. Not a snicker or a smile. But I always heard the slur. "

Life of Pi - Yann Martel





lunes, 18 de marzo de 2013

la vida diaria

"La inteligencia depende en gran parte de la educación y del medio, de su disciplina interior y de las ideas corrientes de la época y del grupo de cada uno.  Debe ser modelada por el hábito del pensamiento lógico, por el lenguaje matemático y por un estudio metódico de las humanidades y de las ciencias.  Los maestros, los catedráticos, las bibliotecas, los laboratorios, los libros las revistas son medios adecuados para desarrollar la mente.  Aun en ausencia de los profesores, los libros pueden bastar para esta tarea. Puede vivirse en un ambiente social poco inteligente y adquirir, sin embargo, una gran cultura.  La educación de la inteligencia es relativamente fácil. Pero la formación de las actividades morales, estéticas y religiosas es muy difícil.  La influencia del medio sobre estos aspectos de la conciencia es más sutil.  Nadie puede aprender a distinguir el bien del mal, la belleza de la vulgaridad, siguiendo un curso.  La moralidad, el arte, la religión no se enseñan como la gramática, las matemáticas o la historia. Sentir y saber son dos estados mentales profundamente diferentes.  La enseñanza formal solo llega a la inteligencia.  El sentido moral, la belleza y la mística únicamente se aprenden cuando se hallan presente en nuestro ambiente y forman parte de nuestra vida diaria.  Hemos dicho que el desarrollo de la inteligencia se obtiene con disciplina y ejercicio, mientras que las demás actividades de la conciencia necesitan un grupo con cuya existencia están identificadas" 

La incógnita del hombre - Alexis Carrel



miércoles, 13 de marzo de 2013

algo inevitable


"Cuando Rainer Maria Rilke era muy joven, fue a visitar al viejo Tolstoi en su finca de Yasnaya Polyana. Caminaban por el campo en compañía de la ubicua Lou Andreas-Salomé, y Tolstoi le preguntó a Rilke: ¿a qué se dedica usted ahora? a lo que el poeta contestó natural y tímidamente: "A la lírica". Según parece lo que recibió por respuesta fue no sólo una sarta de insultos, sino también una diatriba en toda regla contra todo tipo de lírica, algo a lo que en modo alguno podría dedicarse nadie.
No cabe duda de que el joven Rilke las palabras del anciano maestro ruso tuvieron que entrarle por un oído y salirle por el otro, ya que pocos poetas ha habido en la historia que más se hayan dedicado, precisamente dedicado, de manera obsesiva y excluyente, no sólo a la lírica sino exactamente a todo tipo de lírica. 
Como buen poeta, Rilke comulgaba mucho, no sólo con los animales sino con los astros, la tierra, los árboles, los dioses, los monumentos, los cuadros, los héroes, los minerales, los muertos (sobre todo con las muertas jóvenes y enamoradas), algo menos con sus vivos semejantes. "


Vidas escritas - Javier Marías


lunes, 11 de marzo de 2013

buscando el equilibrio en la ironía


"Es de temer que Thomas Mann, lejos del humor y la ironía que le atribuían algunos de sus lectores y conocidos, estaba siempre aquejado de melancolía, indolencia, ataque de nervios, pánico y torturas sicológicas de variada índole, entre las que ocupaba un lugar destacado la irritación.  A excepción de Proust (pero tan de otro modo) , nadie como él explotó la asociación entre enfermedad y artisticidad, y en ese sentido puede decirse que desde siempre fue un anticuado, ya que dicho vínculo tenía al menos un siglo de vida cuando él publicó su primera novela, Los Buddenbroock, en 1901. Lo curioso del caso es que sus males y sus angustias eran de lo más estable: no le abandonaban en ninguno de los lugares en que se vio obligado a vivir, exiliado de Alemania desde antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, aunque después del Nobel, que recibió en 1929 con mucha naturalidad.  Lo que hace a su figura más noble es, a la postre, su inequívoca oposición al nazismo, desde el principio y hasta el final, aun cuando sus ideas políticas y apolíticas no fueran nunca muy claras ni quizás muy recomendables: lo que le parecía más deseable, en oposición tanto al fascismo como al liberalismo, era una "dictadura ilustrada", expresión en la que el adjetivo es demasiado vago y connotativo como para que no sea el sustantivo lo que prevalezca en todo caso."

Vidas escritas - Javier Marías


viernes, 1 de marzo de 2013

the best books


The best books are not read even by those who are called good readers. What does our Concord culture amount to? There is in this town, with a very few exceptions, no taste for the best or for very good books even in English literature, whose words all can read and spell. Even the college-bred and so-called liberally educated men here and elsewhere have really little or no acquaintance with the English classics; and as for the recorded wisdom of mankind, the ancient classics and Bibles, which are accessible to all who will know of them, there are the feeblest efforts anywhere made to become acquainted with them. I know a woodchopper, of middle age, who takes a French paper, not for news as he says, for he is above that, but to "keep himself in practice," he being a Canadian by birth; and when I ask him what he considers the best thing he can do in this world, he says, beside this, to keep up and add to his English. This is about as much as the college-bred generally do or aspire to do, and they take an English paper for the purpose. One who has just come from reading perhaps one of the best English books will find how many with whom he can converse about it? Or suppose he comes from reading a Greek or Latin classic in the original, whose praises are familiar even to the so-called illiterate; he will find nobody at all to speak to, but must keep silence about it. Indeed, there is hardly the professor in our colleges, who, if he has mastered the difficulties of the language, has proportionally mastered the difficulties of the wit and poetry of a Greek poet, and has any sympathy to impart to the alert and heroic reader; and as for the sacred Scriptures, or Bibles of mankind, who in this town can tell me even their titles? Most men do not know that any nation but the Hebrews have had a scripture. A man, any man, will go considerably out of his way to pick up a silver dollar; but here are golden words, which the wisest men of antiquity have uttered, and whose worth the wise of every succeeding age have assured us of;- and yet we learn to read only as far as Easy Reading, the primers and class-books, and when we leave school, the "Little Reading," and story-books, which are for boys and beginners; and our reading, our conversation and thinking, are all on a very low level, worthy only of pygmies and manikins.


Walden - Henry David Thoreau