sábado, 29 de septiembre de 2012

esos trenes

"Mi padre se llamaba simplemente José del Carmen. Salió muy joven de las tierras paternas y trabajó de obrero en los diques del puerto de Talcahuano, terminando como ferroviario en Temuco.
Era conductor de un tren lastrero. Pocos saben lo que es un tren lastrero. En la región austral, de grandes vendavales, las aguas se llevarían los rieles si no se les echara piedrecillas entre los durmientes. Hay que sacar en capachos el lastre de las canteras y volcar la piedra menuda en los carros planos. Hace cuarenta años la tripulación de un tren de esta clase tenía que ser formidable. Venían de los campos, de los suburbios, de las cárceles. Eran gigantescos y musculosos peones. Los salarios de la empresa eran miserables y no se pedían antecedentes a los que querían trabajar en los trenes lastreros.  Mi padre era el conductor del tren. Se había acostumbrado a mandar y a obedecer. A veces me llevaba con él. Picábamos piedra en Boroa, corazón silvestre de la frontera, escenario de los terribles combates entre españoles y araucanos."

Confieso que he vivido - Pablo Neruda



el círculo del agua




“La fuente: nido del agua. Allí se constituye, emplumándose como un ave. Primero pía, levantando el pico hambriento hacia la lluvia que desciende.   ¿El agua nace de ser plantada? ¿O de la piedra que se convierte, al lavarse el tiempo en sus propias lágrimas? Nadie lo sabe, nadie lo vio jamás. El parto del agua no tiene testigos:   aparecemos siempre después.
Quien busca la fuente, escuche primero su fresco chasquido.  Solo después, arrastre los ojos entre la piedra y la hierba. Deje allí su mirar detenido hasta que el alma, en ese recoveco por el que se distrae de nosotros, se sienta mojada  y más que halagada, alaguada. Verá entonces cómo el agua se hincha a sí misma. Abriendo sus márgenes, soltando sus alas. Comienza el viaje del río continuo.
El río, caligrafía del agua. Desde lo alto, parece un surco de metal transfluyente. Limpio y solemne. Más de cerca se ve que, en las orillas, se encabrita, contagiándose de tierra. El río ora besa, ora muerde la orilla.
Entre la caricia y el rasguño, se forman sus inciertos rumores de amante. En su interior corren ondulantes gacelas. En ese tropel, el lecho se convierte en sabana azul, África licuando su carne térrea. El continente se oceanifica.
Pero el agua solo desnuda está completa. De esta forma, se distingue de la tierra.  La tierra exige cobertura, requiere construcciones. Mientras que el agua se cobija en su propia piel. En tal desnudez, nunca se abrió surco alguno, ninguna arruga se dibujó. Los hombres hieren la tierra, cubren de golpes el suelo.  Pero hasta ahora nadie fue capaz de herir al río ni dejar escrita en él una cicatriz.
El río de mi infancia:  acento de la tierra, pronunciación de la propia vida. Ese río corre no por el mundo sino por mí. Como si yo fuera natural del agua y no de un lugar terreno. En ocasiones fluye manso, diluyendo los amargos escondrijos, consolando las aristas de mi edad. En otras, hondo y espeso, casi imita el fuego.  Entonces , me ensombrezc o en su corriente.  Y dudo ¿ahogarme y morir en el agua o en el fuego?
Al final, la furia es breve. El río simplemente se lavaba de la muerte, sacudiendo restos de mí que se desbordan por el torrente.
El valor del río es su caminar suicida hacia el mar. La bondad  del agua es su incansable retorno al regazo de la vida.”

Angeles borrachos - Mia Couto

jueves, 27 de septiembre de 2012

agudizando los sentidos

"Avanzamos unos pasos más, sentimos que abrían una puerta y nos detuvimos con la sensación de que ibamos a ser enterrados vivos; no nos distinguíamos ya y empezábamos a experimentar desagrado al rozarnos unos con otros. Nos empujaron de nuevo y entramos más en las oscuridad, dándonos cuenta, por el ruido de una puerta que se cerraba, de que estábamos ya en la tumba, cloaca o calabozo que se nos tenía reservado y cuyo tamaño y forma estaban también hundidos en la sombra. Nos quedamos de pie en silencio, sintiéndonos definitivamente extraños entre nosotros; no había ya rostros, no había ya cuerpos, no había ya voces; el silencio  la oscuridad nos separaban y anulaban, nos perdíamos unos para otros y al perdernos nos desconocíamos. Por lo demás, el hombre que rozaba nuestro brazo o aquel cuya espalda sentíamos contra nuestro hombro ¿había venido con nosotros o estaba allí antes de nuestra llegada? Si estaba ya, ¿quién era?
Durante largo rato permanecí en el sitio en que quedara al cerrarse la puerta; pero no podía estar así toda la noche; era preciso encontrar por lo menos un muro en qué afirmarme. ¿Dónde estaban los muros? Intenté penetrar la oscuridad y me fue imposible. Me parecía, en ciertos momentos, que no existían muros sino rejas, exclusivamente rejas, como en una jaula para animales; en otros, que el calabozo estaba dividido por algo como oscuros velos, inútilmente delgados.  Cerré los ojos y cuando los abrí percibí ciertos resplandores muy tenues, que flotaban en el aire y que se desplazaban con lentitud, desvaneciéndose y reapareciendo; cerré de nuevo los ojos, y mientras los mantenía cerrados me di cuenta de que los resplandores continuaban apareciendo y desapareciendo: se producían en mis ojos.  Aquello me convenció de la inutilidad de mis esfuerzos y decidí avanzar hacia donde fuese; dí un paso hacia la derecha y mi pié tropezó con algo que se encogió con rapidez."

Hijo de ladrón - Manuel Rojas




miércoles, 26 de septiembre de 2012

¿a quién le importan los motivos?

"Antes de irse a la cama aquella primera noche en que fueron ricos, la pareja decidió que debían celebrarlo. La idea era dar una gran fiesta. Pero ¿cómo se lo explicarían a los demás , a los hijos y  vecinos? No podían revelar que el motivo de la celebración era que eran ricos. Sally estaba deseoso, ansioso de hacerlo, pero Aleck le refrenó y no se lo permitió. Le dijo que, aunque era como si el dinero ya estuviese en sus manos, sería mejor esperar a que realmente lo estuviera. Esa fue la postura que adoptó la mujer, y no hubo manera de sacarla de ahí. Debían mantener el secreto, dijo, ocultarlo ante sus hijas y ante todo el mundo.
Aquello planteaba un delicado problema a la pareja. Debían celebrar su fortuna, estaban determinados a hacerlo, pero, dado que debían mantenerlo en secreto, ¿qué motivo podrían aducir para el festejo? No había ningún cumpleaños hasta tres meses. Tampoco les servía el pretexto de Tilbury: por lo visto iba a vivir eternamente. ¿qué diablos podía celebrarse en aquella nación? Así fue como lo expresó Sally, y se le empezaba a agotar la paciencia, y se sentía agobiado. Pero al final dio con ello -como por pura inspiración, según le pareció a él- , y todos sus problemas se esfumaron al instante:  celebrarían el descubrimiento de América ¡qué idea tan magnfíca!

Un legado de treinta mil dólares - Mark Twain

martes, 25 de septiembre de 2012

duendecillo de arena

"Otra vez la pampa. Se sonriò solo en la calle. De cualquier nada le saltaban los recuerdos de su pampa inolvidable. Le saltaban lo mismo que cuando, vagabundeando en las calicheras viejas, descalzo, con los sietecueros de sus talones humeàndole en lo quemante del suelo, de pronto percibìa que algo saltaba a su lado, algo invisible, àgil como un gnomo de aire o como un duendecillo travieso; algo que comenzaba a bailotear junto a èl, delgado y transparente primero, luego creciendo impetuoso, cucarro, agrandàndose hasta alcanzar el porte de un minero alto, ebrio de polvo y arena. Y el pequeño duendecillo se iba saltando cada vez màs, tornàndose màs fuerte, màs potente en su fuerza ciclònica, hasta llegar a transformarse en uno de esos gigantescos remolinos que atravesaban la pampa ovillando la tarde y el tedio. Colosales remolinos de arena que los niños llamaban colas del diablo, y que los màs intrèpidos perseguìan por las llanuras hasta alcanzarlos, y allì, metidos en el centro mismo del torbellino, con la arenilla azotàndoles la piel, arrancàndoles los botones de la camisa, metièndosele por los oìdos y narices, abrian los ojos asustados para verle la cara al Malo."

Himno del ángel parado en una pata - Hernán Rivera Letelier


viernes, 21 de septiembre de 2012

shaking off the bad

"I am opressed by one particular memory of a distant past. It came back vividly to my mind a few days ago, and has remained haunting me like an annoying tune that one cannot get rid of. And yet I must get rid of it somehow. I have hundreds of such reminiscences; but at times some one stands out from the hundred and oppresses me. For some reason I believe that if I write it down  I should get rid of it. Why not try?
Besides, I am bored, and I never have anything to do. Writing will be a sort of work. They say work makes man kind-hearted and honest. Well, here is a chance for me, anyway.
Snow is falling to-day, yellow and dingy. It fell yesterday too, and a few days ago. I fancy it is the wet snow that has reminded me of that incident which I cannot shake off now. "

Notes from the Underground - Fedor Dostoievski


viernes, 14 de septiembre de 2012

costumbres de una región

"El poeta Mesana hacia poco rato que había llegado de la mina cuando la Flor Grande, una de las pocas niñas jóvenes de los buques, llorando impúdicamente por ojos y narices, irrumpió semidesnuda en su camarote.
Luego de su característico baño de cowboy -sólo de la cintura para arriba- , el poeta Mesana acababa de engullirse su acostumbrada porción de harina tostada, leche en polvo y agua hervida. Espesa mazamorra humeante que cada mañana, pausado, ceremonioso, en un ensimismado rito de pájaro solitario, se preparaba en uno de esos grandes tazones de regalo, desorejado y con el oro de la palabra  Felicidades completamente desvaído. Cerrera mezcla de puro concreto armado, hermanito, por la concha, con que venía a reforzar el cadavérico pan con mortadela y la bolsita de té langucienta que por todo y gran desayuno le suministraban en la cantina."

La reina Isabel cantaba rancheras - Hernán Rivera Letelier


jueves, 13 de septiembre de 2012

Breaking the clock

"Life in the district little resembled life in the places where the Luvers had always lived. Here, the greater part of the day was bare and tedious. There was nothing for the eye to revel in. Whatever it encountered or gazed upon was completely useless except, perhaps, for a birch rod or broom. Coal lay scattered about. Dirty dishwater was poured into the street and immediately grew white, turning to ice. At certain hours the street was full of ordinary people. Factory workers crawled through the snow like cockroaches. Tearoom doors were opened on pulleys and billows of soapy steam poured forth as from a laundry. It was strange as if it had become warmer in the street, as if it had turned to spring, when steaming shirts ran past, round-shouldered, and felt boots flashed by on skinny legs. The pigeons did not fear these crowds. They flew along the road to find some food. Was there a bit of millet, oats, or dung-seed scattered in the snow?  The pieman,´s stall was shining from the grease and warmth. This luster and heat fell into mouths rinsed with raw brandy. The grease inflamed their throats. And then it escaped along the road from their palpitating chests. Was it this that warmed the street?
And then suddenly it became deserted. Twilight fell. Peasant sleighs drove past empty, low sledges moved along swiftly carrying long -bearde men drowned in fur coats, who jokingly pulled the furs over their backs, hugging them bear-fashion. From the sleighs there fell tufts of dullish hay and the slow, sweet thaw of distant bells. The merchants vanished at the turning, beyond the birch grove, which at the distance resembled a paling pulled apart.
The very same crowds who scudded past over her own home, croaking freely, were now flying in her direction. Only here they did not croak. Here, shouting and flapping their wings, they hopped along the fences and then, suddenly, as if at a given signal, threw themselves up into the trees and in unison, nudging each other, took their places on the bare branches. Ah, how one felt then the lateness of the hour -how late it was in the whole world !  So late, ah, so very late, later than any clock could show ! "

The childhood of Luvers - Boris Pasternak


miércoles, 12 de septiembre de 2012

el compromiso en la balanza

"Le confieso que no me arrepentí de mi elección, pues, créame, como médico y justamente como médico, se tiene pocas veces la conciencia limpia. Se sabe cuán poco se puede ayudar realmente; como individuo aislado uno es impotente frente a la inmensidad de la miseria diaria. Sólo se sacan, como un dedal, unas cuantas gotas de un mar insondable, y los mismos a quienes hoy se ha curado, mañana se quejarán de otro mal. Se tiene siempre la sensación de haber sido demasiado dejado y negligente, y a ello se agregan los errores, las equivocaciones en que se incurre inevitablemente; y así queda por lo menos la bienhechora satisfacción de haber salvado una vida, de no haber defraudado una confianza y de haber cumplido como es debido con una causa. Al fin, uno ha de saber si sólo ha vivido sordo y tontamente, o si ha vivido para algo. Créame -y sentí, de pronto, su proximidad como algo cálido y casi tierno -. , vale la pena cargar con un peso si con ello se alivia la suerte de otro ser. "

Impaciencia del corazón - Stefan Zweig



martes, 11 de septiembre de 2012

una madre confundida


"Caminó hacia la puerta, la golpeó tras de sí. Permanecí de pie en el vestíbulo, pensando: volverá. Siempre volvía. No hubiera tenido coraje para resistir, hubiera llorado con él. Al cabo de cinco minutos regresé a la biblioteca, me senté y lloré, sola. "Mi muchachito..." ¿Qué es un adulto? Un niño inflado de edad. Lo despojaba de su edad, reencontraba sus doce años, imposible guardarle rencor. Y sin embargo no, era un hombre. Ninguna razón para juzgarlo menos severamente que otro. ¿Tengo corazón duro? ¿Hay gente capaz de querer sin estimar? ¿Dónde empieza, dónde termina la estima? ¿Y el amor? Si hubiera fracasado en su carrera universitaria, si hubiera tenido una vida mediocre, jamás le hubiera faltado mi ternura: porque habría tenido necesidad de ella. Si me hubiera vuelto inútil para él pero en la dignidad, habría continuado queriéndolo alegremente. Pero, al mismo tiempo, se me escapa y lo condeno. ¿Qué hacer con él?"

La mujer rota - Simone de Beauvoir


lunes, 10 de septiembre de 2012

no es verdad...


"Cuando le alcancé marchaba con paso rápido y decidido y me dijo solamente:
—¡Ah, estás ahí!
Me cogió de la mano y todavía se atormentó:
—Has hecho mal. Tendrás pena. Parecerá que estoy muerto, pero no es verdad.
Yo me callaba.
—¿Comprendes? Es demasiado lejos y no puedo llevar este cuerpo que pesa demasiado.
Seguí callado.
—Será como una corteza vieja que se abandona. No son nada tristes las viejas cortezas...
Yo me callaba. El principito perdió un poco de ánimo. Pero hizo un esfuerzo y dijo:
—Será agradable  ¿sabes? Yo miraré también las estrellas. Todas serán pozos con roldana
herrumbrosa. Todas las estrellas me darán de beber.
Yo me callaba.
—¡Será tan divertido! Tú tendrás quinientos millones de cascabeles y yo quinientos millones de fuentes..."


El Principito - Antoine de Saint Exupéry




viernes, 7 de septiembre de 2012

darse cuenta

"Amaranta en cambio, cuya dureza de corazón le espantaba, cuya concentrada amargura la amargaba, se le esclareció  en el último examen como la mujer más tierna que había existido jamás, y comprendió con una lastimosa clarividencia que las injustas torturas a que había sometido a Pietro Crespi no eran dictadas por una voluntad de venganza, como todo el mundo creía, ni el lento martirio que frustró la vida del coronel Gerineldo Márquez había sido determinado por la mala hiel de su amargura, como todo el mundo creía, sino que ambas acciones habían sido una lucha a muerte entre un amor sin medidas y una cobardía invencible, y había triunfado finalmente el miedo irracional que Amaranta le tuvo siempre a su propio y atormentado corazón. Fue por esa época cuando Úrsula empezó a nombrar a Rebeca, a evocarla con un viejo cariño exaltado por el arrepentimiento tardío y la admiración repentina, habiendo comprendido que solamente ella, Rebeca, la que nunca se alimentó de su leche sino de la tierra de la tierra y la cal de las paredes, la que no llevó en las venas sangre de sus venas sino la sangre desconocida de los desconocidos cuyos huesos seguían cloqueando en la tumba, Rebeca, la del corazón impaciente, la del vientre desaforado, era la única que tuvo la valentía sin frenos que Úrsula había deseado para su estirpe."

Cien años de soledad - Gabriel García Márquez

lo que marca la diferencia

" Además ¿para qué engañarse a sí mismo? ¡es la ocupación más vacía e imprevisora! A primera vista, lo particularmente feo en toda esa canalla de la ruleta era el respeto hacia lo que estaban haciendo, la seriedad y hasta la devoción con que todos rodeaban las mesas. Por eso aquí se marca tan definidamente la diferencia en entre el juego  mauvais genre y el que puede permitirse un hombre digno. Hay dos juegos: uno de caballeros y otro plebeyo, interesado, el juego de la chusma. Aquí se marca muy bien la diferencia, pero ¡qué infame es esta diferencia en el fondo! El caballero, por ejemplo, puede apostar cinco o diez luises, en contadas ocasiones más, aunque si es muy rico puede hacer apuestas de mil francos, pero sólo como un simple juego, como diversión, en realidad, para seguir el proceso de la ganancia o la pérdida; pero la ganancia misma no debe interesarle en absoluto. Si gana, puede, por ejemplo, soltar la risa, hacer una observación a alguno de los que lo rodean; puede incluso doblar una y otra vez  la puesta, pero únicamente por curiosidad, para calcular sus posibilidades y no movido por el plebeyo deseo de ganar."


El jugador - Fedor Dostovieski