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lunes, 18 de marzo de 2013

la vida diaria

"La inteligencia depende en gran parte de la educación y del medio, de su disciplina interior y de las ideas corrientes de la época y del grupo de cada uno.  Debe ser modelada por el hábito del pensamiento lógico, por el lenguaje matemático y por un estudio metódico de las humanidades y de las ciencias.  Los maestros, los catedráticos, las bibliotecas, los laboratorios, los libros las revistas son medios adecuados para desarrollar la mente.  Aun en ausencia de los profesores, los libros pueden bastar para esta tarea. Puede vivirse en un ambiente social poco inteligente y adquirir, sin embargo, una gran cultura.  La educación de la inteligencia es relativamente fácil. Pero la formación de las actividades morales, estéticas y religiosas es muy difícil.  La influencia del medio sobre estos aspectos de la conciencia es más sutil.  Nadie puede aprender a distinguir el bien del mal, la belleza de la vulgaridad, siguiendo un curso.  La moralidad, el arte, la religión no se enseñan como la gramática, las matemáticas o la historia. Sentir y saber son dos estados mentales profundamente diferentes.  La enseñanza formal solo llega a la inteligencia.  El sentido moral, la belleza y la mística únicamente se aprenden cuando se hallan presente en nuestro ambiente y forman parte de nuestra vida diaria.  Hemos dicho que el desarrollo de la inteligencia se obtiene con disciplina y ejercicio, mientras que las demás actividades de la conciencia necesitan un grupo con cuya existencia están identificadas" 

La incógnita del hombre - Alexis Carrel



miércoles, 20 de febrero de 2013

impulsos humanos

"Es indudable que Robert Louis Stevenson era caballeroso, pero no a ultranza, o digamos que lo era de la manera mas justa:  no hay auténtico caballero que no se haya portado como un rufián al menos una vez en su vida.  La vez de Stevenson pudo tener lugar en las cercanías de Monterrey, California, cuando sin querer prendió fuego a un bosque.  Se había declarado ya un incendio en otra zona, y se extendía tan rápidamente que Stevenson, con curiosidad científica, se preguntó si la causa sería el musgo que adorna y cubre los bosques californianos.  Para averiguarlo, no se le ocurrió otra cosa que aplicar una cerilla a un trozo, pero sin tener la precaución de arrancar antes del árbol un trozo de su experimento.  En un instante, el árbol se convirtió en una tea, con lo que sin duda Stevenson dio por concluída la prueba, y además satisfactoriamente.  Pero su comportamiento poco caballeroso vino después:  oyó gritos no muy lejos de los hombres que combatían el fuego original, y comprendió que no le cabía hacer sino una cosa: huir del lugar antes de ser descubierto.  Al parecer corrió como nunca lo había hecho en su vida y como sólo corren los hombres sabios y los cobardes"

Vidas Escritas - Javier Marías


sábado, 16 de febrero de 2013

la insaciable ilusión

"...pasamos toda nuestra vida con inquietas gestiones, renovadas sin cesar, ante las muchachas serias, a quienes su oficio parece alejar de nosotros.  Una vez en nuestros brazos, ya no son lo que eran, esa distancia que soñábamos con salvar ha sido suprimida, pero volvemos a empezar con otras mujeres, dedicamos a esas empresas todo nuestro tiempo, todo nuestro dinero, todas nuestras fuerzas, reventamos de rabia contra el cochero demasiado lento que tal vez nos haga perdernos la primera cita, nos da fiebre.  Sin embargo, sabemos que esa primera cita significará el desvanecimiento de una ilusión.  No importa: mientras ésta dura, queremos ver si podemos cambiarla, en realidad, y entonces pensamos en la lavandera  cuya frialdad hemos notado.  La curiosidad amorosa es como la que despiertan en nosotros los nombres de países:  siempre decepcionada, renace y sigue siempre insaciable."

La prisionera - Marcel Proust


sábado, 29 de diciembre de 2012

el tiempo sobre los tiempos


“veinticinco años… Y para Jacob pasaron como un sueño, como se les pasa la vida a todos los que viven:  entre deseos y logros, entre esperanzas, decepciones y triunfos, en una sucesión de días que uno no cuenta, y cada uno de los cuales hace su aporte individual; días que se van dejando atrás uno por uno en la espera y la pugna, en la paciencia y la impaciencia, y se funden en unidades mayores, en meses, años y series de años,  que acaban siendo al final como un solo día.  No está claro qué es lo que hace el paso del tiempo más veloz y llevadero:   si la uniformidad, o la variedad  y la parcelación; en cualquier caso, se trata de hacer pasar el tiempo; el que vive pugna por avanzar, pugna por dejar el tiempo atrás, pugna, en el fondo, por morir,  creyendo que encamina sus afanes hacia metas y puntos de inflexión de la vida;  y por más que su tiempo esté parcelado y dividido en épocas,  hay algo que lo hace uniforme:   el hecho de que es su tiempo, que transcurre en el marco invariable de su yo,  de modo que,  a la hora de hacer pasar el tiempo y la vida, esas dos fuerzas provechosas para él,  la uniformidad y la parcelación, actúan paralelamente.”

José y sus hermanos - Thomas Mann



viernes, 7 de diciembre de 2012

en gustos no hay nada escrito


“Ya se sabe que las personas hermosas se creen obligadas a sublimar aún más su naturaleza y “ponerse guapas” , seguramente a causa de una especie de obediencia al gozoso papel que les ha caído en suerte, de ese modo rinden culto a los dones recibidos ,  lo cual puede interpretarse como un acto piadoso,   y por lo tanto admisible desde un punto de vista moral, mientras que el emperifollamiento de los feos reviste un carácter más triste y necio.  Además, la belleza, como se sabe,  nunca es perfecta,  y por eso mismo fomenta la vanidad,  pues se cree  obligada a obtener lo que le falta para alcanzar el ideal que ella misma establece,  lo cual,  a su vez,  es un error,  pues su secreto reside en realidad en el poder de atracción de lo imperfecto.”

José y sus hermanos – Thomas Mann




martes, 4 de diciembre de 2012

el derecho a la duda


"Considerando que independientemente de los mandamientos de las instituciones religiosas Twain atribuía la realidad del mundo a un demiurgo, incluyendo las insensatas fantasías ideadas por el hombre acerca de Dios ("Qué curioso es el modo como funciona la mente!"), la pregunta terrible que seguramente podría formularse es :  ¿qué objetivo, qué plan se realiza mediante la enfermedad, la represión, la irracionalidad, la superstición y la muerte de los hombres?
Twain no se lo plantea.  El sentido último de las cosas es ininteligible.  Él mismo siempre se definió como un hombre feliz y positivo e insistía en que esa felicidad en nada se debía a falsas esperanzas inspiradas por la religión, sino en su propia "natural" esencia humana.  Se consideraba afortunado por no creer en los absurdos de la fe religiosa.  Pero, situado entre el determinismo y el azar, ¿a qué podría atribuir su escepticismo? ¿Al libre discernimiento o a la particular y casual estructura de su propia mente?
En todo caso, la duda espontánea (no la "metódica") suele producir, como en su caso, un exquisito tipo de sabiduría abierta, indisolublemente ligada al humor; esa que puede conceder que en el comienzo había el Verbo, pero con la certeza de que el final es un chiste.
Recientemente la biología ha sugerido que existe un gen asociado al sentimiento religioso, The God Gene, quizá introducido en el genoma humano por Dios mismo como parte de su experimento.
Para suerte de los aficionados al ingenio de Mark Twain, parece que, en su caso, ese gen había mutado. "

Veinte millones de soles para un mundo de juguete - Roberto Blatt


sábado, 1 de diciembre de 2012

en el nombre de Dios


“El silencio fue interrumpido por el lejano resonar de los timbales  grandes tambores que se aproximaban, lentamente, a la plaza.  Apareció una multitud de oprichniki cabalgando de a cinco en fondo.  A la cabeza venían los tambores para apartar al pueblo y despejar el camino del zar, pero en vano sacudían los tambores y golpeaban los timbales:  por ninguna parte veíase alma viviente.  Detrás de los oprichniki cabalgaba el propio zar Iván Vassilievich, ricamente montado, con el carcaj a un costado de la silla  el dorado arco a la espalda.  La visera de su yelmo estaba adornada con el Deisus, es decir, la imagen del Salvador, y a los lados, la Santísima Virgen, San Juan Bautista y otros santos.  La gualdrapa bajo la silla brillaba con piedras preciosas, y en el cuello de su negro caballo, en vez de la borla, se balanceaba una cabeza de perro.  Al lado del zar se veía al zarévich y detrás cabalgaba la multitud de los cercanos cortesanos, de a tres en fondo.  Tras ellos marchaban más de trescientos condenados a muerte.  Encadenados, exhaustos por las torturas, arrastraban penosamente los pies apremiados por los oprichniki. La procesión se cerraba por un numeroso destacamento de caballería. “

El Príncipe e Iván el Terrible - León Tolstoi


martes, 27 de noviembre de 2012

contradicciones simples


“Fiodor Pavlovich estaba borracho cuando le comunicaron la muerte de su mujer.  Dicen que corrió a la calle y comenzó a gritar con alegría, levantando los brazos al cielo: “Deja morir ahora a tu servidor”. Otros dicen que sollozaba como un niño hasta tal punto que daba pena verle, a pesar de la repugnancia que inspiraba.  Es muy posible que las dos versiones sean verdaderas; es decir, que se regocijase por su liberación y llorase por su liberadora.  Con frecuencia las personas, incluso las peores, son más inocentes, más simples de lo que pensamos. Y por otra parte, nosotros también.”

Los hermanos Karamazov - Fedor Dostoievski


martes, 20 de noviembre de 2012

igualdad: una palabra confusa


“Poner al mal tiempo buena cara y llevarse bien con unos compañeros para quienes ese mal tiempo es lo contrario no es difícil cuando uno guarda en su corazón la palabra “provisional”.  Estaba tan seguro de que el ser humano, por mucho que se insta en la igualdad, posee una profunda sensibilidad para captar que no somos todos iguales porque los hay privilegiados por naturaleza, tan seguro de mi afán por hacer justicia a esa sensibilidad, tan convencido, pues, de que no me retendrían en aquel nivel demasiado tiempo, es más, de que sólo me habían colocado allí por una pura cuestión formal, que desde el primer momento, prácticamente desde mi conversación con Monsieur Machatschek, en cuanto pude encargué un frac de camarero á la Saint-James and Albany al sastre especializado en uniformes y libreas que me habían indicado y cuyo taller no quedaba lejos del hotel, en la Rue des Innocents. "

Confesiones del estafador Félix Krull - Thomas Mann


sábado, 10 de noviembre de 2012

desclasificando al hombre



"Oí pedir trabajo a hombres que habían sido egiptólogos, botánicos, cirujanos, buscadores de oro, profesores de lenguas orientales, músicos, ingenieros, médicos, astrónomos, antropólogos, químicos, matemáticos, alcaldes de ciudades y gobernadores de estados, guardianes de prisiones, vaqueros, leñadores, marineros, piratas de ostras, estibadores, remachadores, dentistas, pintores, escultores, fontaneros, arquitectos, vendedores de mandanga, abortistas, tratantes de blancas, buzos, deshollinadores, labradores, vendedores de ropa, tramperos, guardas de faros, chulos de putas, concejales, senadores, todos los puñeteros oficios que existen bajo el sol, y todos ellos sin blanca, pidiendo trabajo, cigarrillos, un billete de metro ¡una oportunidad, Dios todopoderoso, tan sólo una oportunidad! Ví y llegué a conocer hombres que eran santos, si es que existen santos en este mundo, vi y hablé con sabios, crapulosos y no crapulosos, escuché a hombres que llevaban fuego divino en las entrañas, que podrían haber convencido al Dios Todopoderoso de que eran dignos de otra oportunidad, pero no al vicepresidente de la Compañía Telegráfica Cosmodemónica. Clavado en mi escritorio, viajaba por todo el mundo a la velocidad de un relámpago y descubrí que en todas partes ocurre lo mismo: hambre, humillación, ignorancia, vicio, codicia, extorsión, trapacería, tortura, despotismo: la inhumanidad del hombre para el hombre: las cadenas, los arneses, el dogal, la brida, el látigo, las espuelas. Cuanto mayor es la calidad del hombre, peor le va.  Hombres que caminaban por las calles de Nueva York con aquel maldito traje degradante, los despreciados, los más viles de los viles, que caminaban como alces, como pingüinos, como bueyes, como focas amaestradas, como asnos pacientes, como jumentos enormes, como gorilas locos, como maníacos dóciles mordisqueando el cebo colgado, como ratones bailando un vals, como cobayas, como ardillas, como conejos, y muchos, muchos de ellos estaban capacitados para gobernar el mundo, pare escribir el mejor libro del mundo jamás escrito. Cuando pienso en algunos de los persas, los hindúes, los árabes que conocí, cuando pienso en el carácter de que daban muestras, en su gracia, su ternura, su inteligencia, su santidad, escupo a los conquistadores blancos del mundo, los degenerados británicos, los testarudos alemanes, los relamidos y presumidos franceses. La Tierra es un gran ser sensible, un planeta saturado por completo con el hombre, un planeta vivo que balbucea y tartamudea, no es patria de la raza blanca, ni de la raza negra, ni de la raza amarilla, ni de la desaparecida raza azul, sino la patria del hombre y todos los hombres son iguales ante Dios y tendrán su oportunidad, sino ahora dentro de un millón de años."

Trópico de Capricornio - Henry Miller