martes, 11 de junio de 2013

el arte de la siega

"Me gusta particularmente esta escena, primero porque se desarrolla en Pokrovskaya, en el campo ruso.  Ah, el campo ruso...Tiene ese encanto  tan especial de los parajes salvajes y no obstante ligados al hombre por la solidaridad de esta tierra de la que todos estamos hechos... La escena más hermosa de Ana Karenina transcurre en Pokrovskaya.  Levin , sombrío y melancólico, trata de olvidar a Kitty.  Estamos en primavera, y se va a los campos a segar con sus campesinos.  La tarea se le antoja al principio demasiado dura.  Cuando está a punto de desfallecer, el viejo campesino que dirige la hilera de segadores ordena descansar.  Luego reanudan su tarea.  De nuevo, Levin se siente extenuado pero, una vez más,  el viejo levanta la guadaña.  Descanso.  Luego la hilera vuelve a ponerse en marcha, cuarenta hombretones aplanando los manojos de hierba y avanzando hacia el río mientras se levanta el sol.  El calor es cada vez más intenso, Levin tiene los brazos y los hombros empapados en sudor pero, a fuerza de descansar y reanudar la tarea, sus gestos antes torpes y dolorosos se vuelven cada vez más fluidos.  Siente de pronto un agradable frescor en la espalda. Lluvia de verano.  Poco a poco, libera sus movimientos del obstáculo de la voluntad, entra en el leve trance que confiere a los gestos la perfección de los actos mecánicos y conscientes, sin reflexión ni cálculo, y la guadaña parece manejarse sola mientras Levin saborea el abandono en el movimiento que convierte el placer de hacer algo maravillosamente ajeno a los esfuerzos de la voluntad.
Así ocurre con muchos de los momentos felices de nuestra existencia. Liberados de la carga de la decisión y de la intención, avanzando en nuestros mares interiores, asistimos, como a las acciones de otro, a nuestros distintos movimientos admirando sin embargo su involuntaria existencia.  ¿Qué otra razón podría tener yo para escribir esto, este irrisorio diario de una portera que se va haciendo vieja, si la escritura no participara de la misma naturaleza que el arte de la siega? Cuando las líneas se convierten en demiurgo de sí mismas , cuando asisto, como una maravillosa inconsciencia, al nacimiento sobre el papel de frases que escapan a mi voluntad e, inscribiéndose ajenas a ella en el papel, me enseñan lo que no sabía ni creía querer, gozo de este alumbramiento sin dolor, de esta evidencia no concertada, de seguir sin esfuerzo ni certeza, con la felicidad del asombro sincero, una pluma que me guía y me arrastra."

La elegancia del erizo - Muriel Barbery


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