martes, 4 de junio de 2013

husmeando como perro

"Pero, mientras trotaba detrás de la señorita Mitford, que iba tras el lacayo, Flush estaba más sorprendido de lo que olía que de lo que veía.  Por el hueco de la escalera subían cálidas bocanadas de carne asada, pollos fritos, de sopas que hervían, tan deliciosas como los manjares que las emanaban, para las narices acostumbradas a los magros efluvios de las pobres frituras y de los estofados de la Kerenhappock.  Los olores gastronómicos se mezclaban con otros:  olores de madera de cedro y de sándalo y de caoba; olores de cuerpos femeninos y de cuerpos masculinos, olores de criados y de doncellas, de chaquetas y de pantalones; de crinolinas y de capas; de cortinas bordadas y de visillos de hilo; de polvillo de carbón y de hollín; de vino y de puros.  Cada ambiente que cruzaba -comedor, salón, biblioteca, dormitorio- ofrecía su contribución a la composición general; y, cuando Flush echaba adelante una pata y luego otra, era acariciada y retenida por la sensualidad de ricas y gruesas alfombras en las que voluptuosamente se hundía.  Por fin, llegaron a una puerta cerrada, en las habitaciones que daban al interior.  Una mano golpeó suavemente, suavemente una mano abrió la puerta."

Flush, una biografía - Virginia Woolf



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