“Los absurdos de la vida no necesitan parecer verosímiles porque son verdaderos ; al revés que los del arte, que para parecer verdaderos necesitan ser verosímiles. Con lo que, siendo verosímiles, dejan de ser absurdos.
Un acontecimiento de la vida puede ser absurdo; una obra de arte, si es tal, no.
De lo que se deduce que es una idiotez tachar de absurda e inverosímil, en nombre de la vida, una obra de arte.
¿no es acaso cierto que el hombre no razona nunca (o “desrazona”, que para el caso viene a ser lo mismo) tan apasionadamente como lo hace cuando sufre , y precisamente porque quiere conocer la raíz de su sufrimiento, y a los causantes del mismo, y si es justo o no que se lo hayan producido; mientras que cuando disfruta toma el disfrute como viene y no se anda con razonamientos, como si la felicidad fuera un derecho?
El caos cuando lo hay, es pues voluntario, el maquinismo, cuando existe, es, pues deliberado. Pero no soy yo quien lo impone, sino el relato mismo, los personajes mismos.
En la máscara para una representación, el juego de las partes, lo que desearíamos o deberíamos ser, lo que parece a los demás que somos, mientras que lo que somos no lo sabemos, hasta cierto punto, ni nosotros mismos, la burda y dudosa metáfora de nuestro ser, la imagen, a menudo complejísima que nos atribuyen o nos atribuímos: un maquinismo, pues, entero y vero, en el que, repito, cada cual es títere de sí mismo. Y luego, el puntapié que lo echa todo a rodar.”
El difunto Matías Pascal - Luigi Pirandello
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