" Además ¿para qué engañarse a sí mismo? ¡es la ocupación más vacía e imprevisora! A primera vista, lo particularmente feo en toda esa canalla de la ruleta era el respeto hacia lo que estaban haciendo, la seriedad y hasta la devoción con que todos rodeaban las mesas. Por eso aquí se marca tan definidamente la diferencia en entre el juego mauvais genre y el que puede permitirse un hombre digno. Hay dos juegos: uno de caballeros y otro plebeyo, interesado, el juego de la chusma. Aquí se marca muy bien la diferencia, pero ¡qué infame es esta diferencia en el fondo! El caballero, por ejemplo, puede apostar cinco o diez luises, en contadas ocasiones más, aunque si es muy rico puede hacer apuestas de mil francos, pero sólo como un simple juego, como diversión, en realidad, para seguir el proceso de la ganancia o la pérdida; pero la ganancia misma no debe interesarle en absoluto. Si gana, puede, por ejemplo, soltar la risa, hacer una observación a alguno de los que lo rodean; puede incluso doblar una y otra vez la puesta, pero únicamente por curiosidad, para calcular sus posibilidades y no movido por el plebeyo deseo de ganar."
El jugador - Fedor Dostovieski
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