martes, 11 de septiembre de 2012

una madre confundida


"Caminó hacia la puerta, la golpeó tras de sí. Permanecí de pie en el vestíbulo, pensando: volverá. Siempre volvía. No hubiera tenido coraje para resistir, hubiera llorado con él. Al cabo de cinco minutos regresé a la biblioteca, me senté y lloré, sola. "Mi muchachito..." ¿Qué es un adulto? Un niño inflado de edad. Lo despojaba de su edad, reencontraba sus doce años, imposible guardarle rencor. Y sin embargo no, era un hombre. Ninguna razón para juzgarlo menos severamente que otro. ¿Tengo corazón duro? ¿Hay gente capaz de querer sin estimar? ¿Dónde empieza, dónde termina la estima? ¿Y el amor? Si hubiera fracasado en su carrera universitaria, si hubiera tenido una vida mediocre, jamás le hubiera faltado mi ternura: porque habría tenido necesidad de ella. Si me hubiera vuelto inútil para él pero en la dignidad, habría continuado queriéndolo alegremente. Pero, al mismo tiempo, se me escapa y lo condeno. ¿Qué hacer con él?"

La mujer rota - Simone de Beauvoir


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