"Lo más arrogante que podía decirse de alguien era "es de buena familia". Cuántas veces, ad nauseam, le había oído decir esto a mi madre. Cuando se entusiasmaba con el Burgtheater y leía Shakespeare conmigo, incluso mucho más tarde, cuando hablaba de Strindberg, su autor predilecto, no paraba mientes en decir que ella misma pertenecía a una buena familia, que no había otra mejor. Ella, para quien la literatura universal, que dominaba, llegó a constituir el auténtico sentido de su vida, no sentía que hubiera la menor contradicción entre esta universalidad apasionada y el vano orgullo familiar que alimentaba sin cesar.
Incluso en la época en que seguia totalmente entregado a ella -me abrió todas las puertas del espíritu, y yo la seguí, ciego y entusiasta- me chocaba esa contradicción que dolía y avergonzaba al mismo tiempo, y se lo comenté y reproché en innumerables conversaciones de aquel período de mi juventud, aunque estos reproches no le hicieron mella. Su orgullo había encontrado muy pronto sus propios cauces por los que fluía impertérrito, sin embargo esta estrechez suya, que yo no acertaba a comprender, hizo que pronto me volviera reacio a cualquier arrogancia de cuna. No puedo tomar en serio a nadie que ostente cualquier tipo de presunción por sus orígenes, lo contemplo como como si se tratara de un animal exótico pero un tanto risible.
Sorprendo en mí el inamovible prejuicio contra las personas que se vanaglorian de su elevada alcurnia."
La lengua absuelta - Elias Canetti
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.