"Considerando que independientemente de los mandamientos de
las instituciones religiosas Twain atribuía la realidad del mundo a un
demiurgo, incluyendo las insensatas fantasías ideadas por el hombre acerca de
Dios ("Qué curioso es el modo como funciona la mente!"), la pregunta
terrible que seguramente podría formularse es : ¿qué objetivo, qué plan
se realiza mediante la enfermedad, la represión, la irracionalidad, la
superstición y la muerte de los hombres?
Twain no se lo
plantea. El sentido último de las cosas es ininteligible. Él mismo
siempre se definió como un hombre feliz y positivo e insistía en que esa
felicidad en nada se debía a falsas esperanzas inspiradas por la religión, sino
en su propia "natural" esencia humana. Se consideraba
afortunado por no creer en los absurdos de la fe religiosa. Pero, situado
entre el determinismo y el azar, ¿a qué podría atribuir su escepticismo? ¿Al
libre discernimiento o a la particular y casual estructura de su propia mente?
En todo caso, la
duda espontánea (no la "metódica") suele producir, como en su caso,
un exquisito tipo de sabiduría abierta, indisolublemente ligada al humor; esa
que puede conceder que en el comienzo había el Verbo, pero con la certeza de
que el final es un chiste.
Recientemente la
biología ha sugerido que existe un gen asociado al sentimiento religioso, The
God Gene, quizá introducido en el genoma humano por Dios mismo como parte de su
experimento.
Para suerte de los
aficionados al ingenio de Mark Twain, parece que, en su caso, ese gen había
mutado. "
Veinte millones de soles para un mundo de juguete - Roberto Blatt
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