“Me pregunto cuántas veces emplée la palabra “amor” aquella tarde de sábado. Afirmé que si yo estaba enamorado de Momoko estaba enamorada de mí entonces debíamos unirnos para evitar una catástrofe, teníamos que escribir una carta engañosa.
La otra exigencia de Momoko, muy apropiada para una muchacha un tanto chapada a la antigua, era nada más que una afirmación puramente “espiritual”, y todo lo que se precisaba era una palabra o dos ¿Acaso las palabras, arrojando una clara sombra a su paso sobre la tierra, no han podido ser quizás el Yo esencial? Yo he nacido entonces para emplear las palabras. Si es así (estas frases sentimentales claro está que me molestan considerablemente) entonces quizás la lengua materna básica que he mantenido oculta es después de todo el lenguaje del amor.
Mientras que el propio paciente ignora la verdad, su familia sigue diciéndole que tenga la seguridad de que sanará. Así, con la más acuciante ansiedad murmuraba palabras y más palabras de amor a Momoko bajo la bella red de sombras de los árboles invernales”
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