domingo, 12 de agosto de 2012

la alegría de parir

Cada primavera ella había dado a luz, casi cada primavera, desde que se casó, pero en aquella su cuerpo era estéril. Antes habíale parecido cosa corriente y natural parir un hijo, como algo que había que hacer una y otra vez, pero entonces díjose que aquello era una alegría que hasta entonces no había comprendido. Su soledad le pesó como una pena y los pechos le dolieron, cuando pensó en ello. Jamás volvería a parir en primavera, a menos que su hombre regresara. De pronto voceó su anhelo en un grito:
-¡oh vuelve, vuelve!
Sí, oyó como su propia voz gritaba las palabras y se paró, asustada, temiendo que la niña las hubiera oído también. Pero cuando se detuvo, sólo oyó la voz del viento y el sonoro canto del mirlo en un granado.


La buena tierra - Pearl S. Buck


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