"Un día, cuando estaba quitando las hojas muertas de mis rosales, se me ocurrió hacer un acto simbólico. Esto no tiene nada extraño. ¿Acaso no se yerguen los hombres muchas veces en la cima de un monte con los brazos extendidos, no se arrodillan a veces en oración y se santiguan? Arranqué una rosa y la lancé al aire y cayeron sobre mí los pétalos como la lluvia. Era como si aquel acto resumiera y explicara toda la historia de mi vida en un gesto. Luego me dejó absorto la belleza de los pétalos blancos sobre la tierra negra y me olvidé del símbolo. Y lancé otra y otra más, hasta que el suelo quedó cubierto de pétalos de rosa. Y alcé de pronto la vista y vi una docena de individuos que me miraban y se reían de mí. Habían venido de la iglesia y decían "Robert ha perdido la razón je je ..está completamente chiflado". Parecía que sólo un dios demente podría permitir eso.
-¡Ay Robert! dijo M. ¿Por qué tienes que acusar al mundo cuando se protege de ti? Creo que para ti Dios y el mundo son la misma cosa. Si abajo en el valle hubieran diez personas a las que les gustara ver los pétalos de rosas en el suelo, no serías más que una persona muy rara, interesante y un tanto curiosa. Llevarían a los forasteros a tu casa los domingos por la tarde y te exhibirían. Pero como no hay ninguno, naturalmente tú eres un radical que ha de ser encerrado y ahorcado. Juzgar loco a un hombre es como ahorcar su mente.
Si se murmura su mente divaga, nada de lo que diga importará a nadie ya nunca más, más que como un motivo de risa.
"No comprendes, Robert?" La gente se ha visto con tanta frecuencia herida atrapada y torturada por ideas y enredos que no comprendía que ha llegado a creer que todo lo que desborda su comprensión es depravado y malo, cosas que ha de extirpar y destruir el primero que llegue."
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