“En cierta ocasión, había asistido a una escena familiar para los habitantes de Ostende. Llevaron ante el mar a un niño que nunca lo había visto y, para que su impresión fuese más fuerte, le habían vendado los ojos. Una vez en el dique, le quitaron bruscamente la venda y el niño miraba angustiado ese horizonte demasiado vasto; le flaqueaban las piernas, como si hubiese perdido pie, como si se hubiese sentido atraído por el abismo del universo. Por último, preso de un impulso de pánico, se aferró a las piernas de su padre, a las faldas de su madre y estalló en sollozos.”
El alcalde de Furnes - Georges Simenon
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