En una ocasión Jim trepó a robar manzanas en los manzanos del granjero Acorn y la rama no se quebró y no se cayó y se quebró el brazo, ni fue mordido por el enorme perro del granjero, ni después se quedó tendido en el lecho de enfermo durante semanas, ni se arrepintió y se volvió bueno. Oh, no; robó todas las manzanas que quiso y se bajó sin problemas; y también estaba preparado para el perro y lo dejó turulato con un ladrillazo cuando se acercó a morderlo. Era muy extraño: nada semejante ocurría nunca en aquellos libritos de lomo nacarado y con imágenes de hombres de chaquetas con faldones y sombreros acampanados y pantalones hasta la rodilla y mujeres con vestidos ajustados bajo los brazos y sin miriñaques. No había nada semejante en ninguno de los libros de la escuela dominical.
En una ocasión robó el cortaplumas del maestro y cuando temió que lo descubrieran y lo castigaran, lo deslizó dentro de la gorra de George Wilson: el pobre hijo de la viuda Wilson, el chico moral, el niñito bueno de la aldea, que siempre obedecía a la madre y nunca decía algo que no fuera cierto y a quien le gustaba estudiar y gozaba yendo a la escuela dominical. Y cuando el cortaplumas cayó de la gorra y el pobre George agachó la cabeza y se ruborizó, como si tuviera conciencia de la culpa y el maestro agraviado lo acusó del robo y estaba a punto de dejar caer el puntero sobre los hombros temblorosos del niño, no apareció de pronto un juez de paz canoso, improbable, que adoptando la pose adecuada, dijera: "Perdonad a este noble niño: ¡allí está el cobarde culpable! ¡Estaba pasando por la escuela en el recreo y, sin que me vieran, vi en cambio cómo se cometía el crimen!". Y después Jim no fue vapuleado y el venerable juez no le leyó una homilía al niño cubierto de lágrimas, ni tomó a George de la mano y dijo que semejante niño merecía ser enaltecido, ni le dijo después que fuera a su casa con él y barriera la oficina y encendiera el fuego y se encargara de los mandados y cortara leña y estudiara leyes y ayudara a su esposa a hacer las labores cotidianas y tuviera todo el resto del tiempo para jugar y cobrara cuarenta centavos al mes y fuera feliz. No; así habría ocurrido en los libros, pero no ocurrió así con Jim.
Ningún viejo juez entrometido se presentó a enredar las cosas, de modo que le dieron una buena tunda a George, el niño modelo, y Jim se alegró porque, como sabrán, Jim odiaba a los chicos morales. Jim decía que había que "acabar con esos papanatas". Tal era el lenguaje grosero de aquel muchacho malo, y mal educado.
Everything about this boy was curious - everything turned out differently with him from the way it does to the bad James in the books.
Once he climbed up in Farmer Acorn's apple-tree to steal apples, and the limb didn't break, and he didn't fall and break his arm, and get torn by the farmer's great dog, and then languish on a sick bed for weeks, and repent and become good. Oh! no; he stole as many apples as he wanted and came down all right; and he was all ready for the dog too, and knocked him endways with a brick when he came to tear him. It was very strange - nothing like it ever happened in those mild little books with marbled backs, and with pictures in them of men with swallow-tailed coats and bell-crowned hats, and pantaloons that are short in the legs, and women with the waists of their dresses under their arms, and no hoops on. Nothing like it in any of the Sunday-school books.
Once he stole the teacher's pen-knife, and, when he was afraid it would be found out and he would get whipped, he slipped it into George Wilson's cap - poor Widow Wilson's son, the moral boy, the good little boy of the village, who always obeyed his mother, and never told an untruth, and was fond of his lessons, and infatuated with Sunday-school. And when the knife dropped from the cap, and poor George hung his head and blushed, as if in conscious guilt, and the grieved teacher charged the theft upon him, and was just in the very act of bringing the switch down upon his trembling shoulders, a white-haired improbable justice of the peace did not suddenly appear in their midst, and strike an attitude and say, "Spare this noble boy - there stands the cowering culprit! I was passing the school-door at recess, and unseen myself, I saw the theft committed!" And then Jim didn't get whaled, and the venerable justice didn't read the tearful school a homily and take George by the hand and say such a boy deserved to be exalted, and then tell him to come and make his home with him, and sweep out the office, and make fires, and run errands, and chop wood, and study law, and help his wife to do household labors, and have all the balance of the time to play, and get forty cents a month, and be happy. No; it would have happened that way in the books, but it didn't happen that way to Jim. No meddling old clam of a justice dropped in to make trouble, and so the model boy George got thrashed, and Jim was glad of it because, you know, Jim hated moral boys. Jim said he was "down on them milk-sops." Such was the coarse language of this bad, neglected boy.
La historia del l niño malo - The story of the bad little boy - Mark Twain
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