domingo, 25 de noviembre de 2012

creciendo por el dolor


 "Nadie habla con las niñas. Ni ellas mismas se comunican. Pálidas, turbadas, sin sosiego, como los animales en una jaula, van de un lado a otro del cuarto, topándose a cada paso; se miran a los ojos, llorosos, y nada dicen. Lo saben todo. Saben que han sido engañadas, que todos los hombres pueden ser malos, ruines. Ya no aman a sus padres, no tienen fe en ellos. Saben que no deben tener confianza en nadie y que, desde ahora, la carga inmensa de la vida pesará sobre sus débiles hombros. Desde el borde de la infancia serena, se han caído en una abismo.  No pueden abarcar la cosa terrible que ha sucedido a su alrededor, pero su pensamiento se nutre de ello hasta ahogarse.  Arden sus mejillas y lucen sus ojos, nubosos y excitados. Como sintiendo el frío de su soledad, divagan ahora por la casa, y nadie, ni sus mismos padres, se atreven a dirigirles la palabra; tan hostilmente miran a todos. Su vagar continuo refleja la excitación de sus ánimos. Y sin que hablen, existe entre ellas una siniestra comunidad de afectos. El silencio, el impenetrable silencio sin una pregunta siquiera, la angustia cerrada y maliciosa sin un grito ni una lágrima, las hace hostiles a los demás; no se les acerca nadie; el acceso a sus almas está interrumpido tan vez por años. Todos los familiares se dan cuenta de que son enemigos, y de los que nunca pueden perdonar. Porque, desde ayer, han traspasado la infancia."

La institutriz - Stefan Zweig

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