" Nieta de un conocido nazi e hija de un comunista de carrera, Syliva Lennox ha encontrado un escondrijo rural en Zimlia, donde posee una clínica privada que utiliza material robado del hospital estatal de la zona*
Por desgracia, en ese país de ignorantes aún no se habían enterado de que el
comunismo era politicamente incorrecto, y la palabra "nazi" no
suscitaba las mismas reacciones que en Londres. De hecho, mucha gente
simpatizaba allí con los nazis. Sólo había dos términos capaces de escandalizar
a la gente. Uno era "racista", y el otro "espía
sudafricano".
Rose sabía que Sylvia no era racista, pero como era blanca, la mayoría de los negros estarían dispuestos a creer lo contrario. Sin embargo, bastaría con que un negro enviase una carta al The post en la que afirmase que Sylvia era amiga de los negros para....No, ¿ y si la acusaba de espía? Eso también tenía sus inconvenientes. En esa época, poco antes de la caída del apartheid, la fiebre del miedo a los espías causaba estragos en los países limitrofes de Sudáfrica. Cualquiera que hubiera nacido, vivido o pasado recientemente vacaciones en Sudáfrica, o que tuviera parientes allí, cualquiera que criticase a Zimlia o insinuase que era posible hacer las cosas mejor; cualquiera que "sabotease" un proyecto o una empresa perdiendo o dañando material, aunque se tratara de una caja de sobres o media docena de tornillos; o cualquiera, en fin, que se hubiese granjeado la mínima antipatía de los demás, podía ser tachado, y casi siempre lo era, de espía de Sudáfrica, un país que, por supuesto, hacía todo lo posible para desestabilizar a sus vecinos. En semejante ambiente, a Rose no le costaría convencerse a sí misma de que Sylvia era una espia sudafricana, pero habiendo tantos como había, no le bastaría con eso.
Rose sabía que Sylvia no era racista, pero como era blanca, la mayoría de los negros estarían dispuestos a creer lo contrario. Sin embargo, bastaría con que un negro enviase una carta al The post en la que afirmase que Sylvia era amiga de los negros para....No, ¿ y si la acusaba de espía? Eso también tenía sus inconvenientes. En esa época, poco antes de la caída del apartheid, la fiebre del miedo a los espías causaba estragos en los países limitrofes de Sudáfrica. Cualquiera que hubiera nacido, vivido o pasado recientemente vacaciones en Sudáfrica, o que tuviera parientes allí, cualquiera que criticase a Zimlia o insinuase que era posible hacer las cosas mejor; cualquiera que "sabotease" un proyecto o una empresa perdiendo o dañando material, aunque se tratara de una caja de sobres o media docena de tornillos; o cualquiera, en fin, que se hubiese granjeado la mínima antipatía de los demás, podía ser tachado, y casi siempre lo era, de espía de Sudáfrica, un país que, por supuesto, hacía todo lo posible para desestabilizar a sus vecinos. En semejante ambiente, a Rose no le costaría convencerse a sí misma de que Sylvia era una espia sudafricana, pero habiendo tantos como había, no le bastaría con eso.
El sueño más dulce - Doris Lessing
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