"Pero yo
también comprendo que nada de lo que concierne al hombre se cuenta ni se mide.
La verdadera extensión no es para el ojo, no se concede más que para el
espíritu. Vale lo que vale el lenguaje, pues el lenguaje es el que anuda las
cosas. Me parece que en adelante podré
entrever mejor lo que es una civilización.
Una civilización es una herencia de creencias, de costumbres, de conocimientos
lentamente adquiridos a través de los siglos, difíciles de justificar con la
lógica, pero que se justifican ellos mismos como caminos si conducen a algún
lado, puesto que abren al hombre su horizonte interior.
Una mala
literatura nos ha hablado de la necesidad de la evasión. Cierto que uno sale de
viaje en busca de espacio. Pero el espacio no se encuentra. Se funde. Y la evasión nunca ha conducido a ningún
lado.
Cuando el
hombre necesita, para sentirse hombre, correr en carreras, cantar en coros, o
hacer la guerra, son ya lazos que se impone a fin de atarse a otros y al mundo.
Pero ¡qué lazos tan pobres! Si una civilización es fuerte, satisface al hombre
aunque éste permanezca inmóvil.
En tal
pueblecito, silencioso, bajo la luz grisácea de un día lluvioso, veo una
enferma enclaustrada que medita apoyada contra su ventana ¿quién es?
¿qué han hecho de ella? Yo juzgaría la civilización de ese pueblito por la densidad de esta
presencia ¿qué valemos una vez que
estamos inmóviles?"
Piloto de
guerra – Antoine de Saint Exupéry
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