lunes, 5 de noviembre de 2012

enseñando a ser libre


El último libro que recibí personalmente de él trataba de Napoleón. Estaba escrito desde el punto de vista inglés y presentaba a Napoleón como el tirano malvado que quiso dominar a todos los países, especialmente a Inglaterra. Yo estaba leyendo este libro cuando murió mi padre. Desde entonces la aversión que sentí por este personaje se ha mantenido inconmovible. Ya había empezado a comentarle el libro pero no estaba muy adelantado. Me lo había dado inmediatamente después de Guillermo Tell, y tras la conversación sobre la libertad, este nuevo libro tenía para él cierto valor de experimento. En cuanto empecé a hablar de Napoleón con tanta excitación me dijo: "Espera querido, todavía es pronto. Primero has de seguir leyendo porque lo que viene después es muy diferente" Sé con toda certeza que Napoleón todavía no había llegado a emperador. Quizás era una prueba, quizás quería ver si resistiría con igual firmeza la majestuosidad imperial. Terminé de leer el libro después de su muerte, y volví a leerlo incontables veces, como todos los libros que me dio. Hasta entonces había tenido pocos contactos con el poder. La primera idea que tuve del poder provenía de este libro, y nunca he podido oír el nombre de Napoleón sin relacionarlo con la repentina muerte de mi padre. De todas las víctimas de Napoléon, mi padre fue la más grande y la más terrible.
A veces los domingos me llevaba a mí solo a dar un paseo. No lejos de casa corría el pequeño río Mersey. La orilla izquierda estaba bordeada por un muro rojizo, por la derecha serpenteaba un camino en medio de un frondoso prado de flores y alta hierba. Me había explicado que en inglés la palabra prado era meadow , y en cada uno de estos paseos me preguntaba por esa palabra. Encontraba especialmente hermoso este vocablo y me ha quedado como la más bella palabra de la lengua inglesa. Otra de sus palabras predilectas era island . Debió haber tenido para él un significado especial , ya que Inglaterra era una isla, tal vez él la sintiera como la isla de los bienaventurados. Para mi sorpresa siempre me lo volvía a decir, aunque hacía mucho que ya lo sabía. En nuestro último paseo por el prado del río me habló de forma muy diferente de la que yo estaba acostumbrado. Con gran insistencia me preguntó qué queria llegar a ser, y yo le respondí sin reflexionar ¡Doctor! "Serás lo que tú quieras" me dijo, con una ternura tan grande que ambos nos quedamos parados por un momento. "No tienes por qué ser comerciante, como el tío o como yo, estudiarás y llegarás a ser lo que más te apetezca"

La lengua absuelta- Elías Canetti

 



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