domingo, 25 de noviembre de 2012

la osadía es contagiosa


“¡Debilidad, madame Houpflé!  ¡Una mujer de semejante coraje! Naturalmente, aquel coraje se debía en parte a que yo era mucho más joven y, además de una clase social inferior, condición a la que había aludido con una expresión tan culta como extraña. “Osado sirviente”, me había llamado. ¡Una mujer de poesía! “¿Me desvistes, osado sirviente?” Aquella expresión cautivadora estaría resonando en mi cabeza durante las seis horas enteras que debían transcurrir hasta que yo “tuviera tiempo para ella”.  Lo cierto es que me ofendía un poco aquella expresión, aunque a la vez me llenaba de orgullo… , incluso por aquel carácter osado que yo no poseía,  sino que me había atribuído  e impuesto ella. En todo caso, ahora era el hombre más osado   del mundo. Ella  me había hecho así… , sobre todo mediante aquella prenda tan vinculante…”

Memorias del estafador Félix Krull - Thomas Mann


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