“¡Debilidad,
madame Houpflé! ¡Una mujer de semejante
coraje! Naturalmente, aquel coraje se debía en parte a que yo era mucho más
joven y, además de una clase social inferior, condición a la que había aludido
con una expresión tan culta como extraña. “Osado sirviente”, me había llamado.
¡Una mujer de poesía! “¿Me desvistes, osado sirviente?” Aquella expresión
cautivadora estaría resonando en mi cabeza durante las seis horas enteras que
debían transcurrir hasta que yo “tuviera tiempo para ella”. Lo cierto es que me ofendía un poco aquella
expresión, aunque a la vez me llenaba de orgullo… , incluso por aquel carácter
osado que yo no poseía, sino que me
había atribuído e impuesto ella. En todo
caso, ahora era el hombre más osado del
mundo. Ella me había hecho así… , sobre
todo mediante aquella prenda tan vinculante…”
Memorias del estafador Félix Krull - Thomas Mann
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