“Un verdadero realista, si es incrédulo,
encuentra en sí la fuerza y la facultad de no creer ni en el milagro, y si éste
último se presenta como un hecho indiscutible, dudará de sus sentidos antes de
admitir el hecho. Si lo admite será como
un hecho natural, aunque desconocido por
él hasta entonces. En el realista la fe no nace del milagro, sino el
milagro de la fe. Si el realista llega a
tener fe, debe absolutamente, en virtud de su realismo, admitir también el milagro. El apóstol Tomás declaró que no creería antes
de haber visto; y luego dijo: ¡Dios mío y Señor mío! ¿Le había obligado a creer
el milagro? Seguramente no; creía
únicamente porque deseaba creer, quizá llevaba la fe entera escondida entre los
pliegues de su corazón cuando declaraba :
“No creeré hasta que no haya visto” .
Los hermanos Karamazov - Fedor Dostoievski
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