“-Espere y le diré lo que pienso. Creo que
si la fiera que duerme en el hombre se pudiese contener con la amenaza de un
castigo, no importa cuál, o con la recompensa de ultratumba, el emblema supremo
de la humanidad sería un domador de circo con la fusta en la mano, y no un
profeta que se ha sacrificado a sí mismo.
Pero la cuestión reside en que durante siglos, no el palo, sino la
música, ha colocado al hombre por encima de la bestia, y lo ha elevado: una música, la irresistible fuerza de la
verdad desarmada, el poder de atracción del ejemplo. Hasta ahora se consideraba que lo esencial
del Evangelio eran las máximas morales contenidas en los mandamientos, mientras
que para mí lo principal es que Cristo habla con parábolas extraídas de la vida
diaria, explicando la verdad a la luz de la existencia cotidiana. La base de
esto es el concepto de que la comunión entre los mortales no acabará nunca y la
vida es simbólica porque tiene un significado.
-No he comprendido nada. Sería mejor que escribiera un libro sobre
esas cosas.
Cuando Vivolotchnov se hubo marchado, una
terrible irritación se apoderó de Nikolai Nikolaievitch. Estaba indignado
consigo mismo por haber pregonado a un
estúpido como Vivolotchnov sus pensamientos más íntimos sin haber causado en él
la más mínima impresión. Y como sucede con frecuencia, su indignación cambió de
rumbo repentinamente. Vivolotchnov desapareció de su mente como si nunca
hubiese existido, y se puso a pensar en otras cosas.”
El doctor Jivago – Boris Pasternak
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