"Por aquel entonces el hijo de mi naviero me regaló una preciosa corbeta encerrada en una botella. Aparentemente aquello era una contradicción. El hombre se resistía a admitir que primero que la corbeta hubiera existido la botella. Era lo mismo que el camello bíblico atravesando el ojo de una aguja. Un imposible: una imposibilidad material, absoluta, pero cuya evidencia desconcertaba. Luego se abría paso la posibilidad de una obra de paciencia, de paciencia controlada férreamente. Aquella corbeta se había hecho dentro del recipiente igual que un hijo en las entrañas de la madre: por partes, paulatina, gradualmente. Admiré abrumado la paciente hazaña. Ahora, analizando la estructura de la pequeña naveta, se adivinaba que ningún pedazo era de tamaño superior a un palillo de dientes. El todo había adquirido consistencia y armonía merced a una inquietud artística proveniente desde afuera. Desde el primer momento aprecié en aquella obra un punto de afinidad con mi persona. No podía precisar qué era, en qué consistía, pero presentía una misteriosa relación, taimada y latente.
Frecuentemente, me entretenía dando vueltas el pequeño objeto entre mis dedos. Una tarde adiviné inesperadamente el nexo palpitante entre mi vida y la minúscula corbeta prisionera en el frasco. Yo también poseía en mi interior una corbeta deforme, menos gallarda y airosa que aquella. El monstruoso prejuicio que me roía había perforado mi ser de la misma manera que la corbeta la botella, paulatinamente, por partes, que en sí independientemente no eran ni significaban nada. "
El ciprés tiene forma alargada -. Miguel Delibés
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