jueves, 11 de octubre de 2012

una tranquila maldad

"Después de una hora, durante la cual Popinga no cesó de emplear una ironía agresiva, el otro, de repente, con una fina sonrisa en los labios, le dio jaque mate.
Era lo más desagradable que podía sucederle. Más de veinte personas habían asistido a la partida y a las baladronadas de Popinga.
A pesar de todo, éste no rechistó, no palideció ni se ruborizó. Al contrario, le invadió una tranquilidad irreal y profirió con voz apacible; "Son cosas que pasan, ¿no es cierto?
Al tiempo que lo decía y sin que nadie lo viese, cogió uno de los alfiles. Aquel juego de marfil esculpido, conocido en todo Groninga, pertenecía a Copenghem, quien pretendía no poder jugar con otras piezas que no fueran las suyas.
Popinga había escogido el alfil negro. De una ojeada habia calculado todo y al instante dejó caer el alfil en su   jarra de cerveza.
Se percataron de la desaparición del alfil y lo buscaron por todas partes, llamaron al camarero e hicieron toda clase de suposiciones imaginables sin que a nadie se le ocurriese buscar en aquella jarra de cerveza negra, de la que Kees tuvo buen cuidado de no beber y que debieron de vaciar  Dios sabe dónde, ya que Copenghem no logró recuperar jamás su alfil."

El hombre que miraba pasar los trenes - Georges Simenon





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