miércoles, 3 de octubre de 2012

ser humano

"El puerto era, sin duda, un buen lugar, un precioso lugar en el que uno podía pasarse una hora, un año, o un siglo, sin darse cuenta de lo que pasaba. No se sentía urgencia alguna y hasta las necesidades más primordiales, como comer, por ejemplo, o dormir, parecían olvidarse, amenguarse por lo menos, sin contar con que en la plaza o en el muelle se podía dormir, y sentado claro está, y en cuanto a comer no tenía uno más que atravesar la plaza y entrar, si poseía dinero, a un restaurante, echarse al coleto un pedazo de carne o de porotos y volver en seguida al muelle o la plaza a retomar el mismo pensamiento, el mismo ensueño, el mismo recuerdo, con más vigor ahora, y si no fuese porque uno tiene huesos, tejidos y músculos y esos malditos músculos, tejidos y huesos necesitan alimentarse y desentumecerse, podría uno estarse allí hasta el fin de sus días, esperando o no esperando nada, un trabajo, un amigo o simplemente la muerte; y cuando llega el momento en que es preciso irse, ya que es imposible quedarse, pues hace frío y está uno agarrotado y debe pensar, a pesar suyo, en la comida, en el alojamiento o en el trabajo, se da cuenta de que el ser humano es una poquilla cosa trabajada por miserables necesidades:  vamos, andando a la dichosa comida, al maldito alojamiento, al jodido trabajo."

Hijo de ladrón - Manuel Rojas




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